LA ESENCIA DEL FASCISMO

En este conciso trabajo hermenéutico. Giorgio Locchi arroja luz sobre uno de los
fenómenos políticos más característicos de la historia contemporánea: el Fascismo.
Alejado de prejuicios dogmáticos y de esquematismos doctrinarios, ubica a dicho
movimiento en relación directa con la historia de las ideas políticas y su papel en la
lucha contra el sistema imperante.
Trascendiendo incluso la mirada de algunos llamados fascistas fragmentarios a veces,
cómplices otras , intenta el autor proveer los elementos teóricos, metodológicos y
prácticos para una comprensión en profundidad de este fenómeno universal.
Ubica el germen de la idea fascista en el siglo pasado, gestado por los flujos y reflujos
de la historia de Europa en general y del pueblo alemán en particular. Según Locchi:
“El llamado fenómeno fascista” no es otra cosa que la primera manifestación política de
un vasto acontecer espiritual y cultural al que llamaremos “superhumanismo”, cuyas
raíces están en la segunda mitad del siglo XIV”.
Para Giorgorio Locchi, lo que justamente la historiografía contemporánea ha olvidado,
cuando no tergiversado, es el abrochamiento del movimiento fascista, su doctrina, sus
principios, su mística y su estética, con los grandes movimientos culturales y filosóficos
del siglo pasado.
El fascismo en tanto filosofía negativa, y aquí concuerda con Adriano Romualdi, se
articula raigalmente con el pensamiento de Friedrich Nietzsche y su conocida metafísica
de la voluntad. En la relación de Nietzsche contra la debilidad de la moral
judeocristiana y el despotismo de la razón y del cientificismo en dónde hay que buscar
el origen y fundamento de la idea fascista, y hacia allí dirige Giorgio Locchi su mirada.
En el siglo pasado, Nietzsche buscó trascender la falsa seguridad asentada en los
valores de la moral indicada, así como en la filosofía de Platón y Sócrates, en dónde
veía el verdadero germen de la decadencia del hombre occidental.
Así es como se propone la tarea de derrumbar dos mil años de moral basados en ese
dogmatismo y abrir el camino para la moral del hombre nuevo.
Encontró en las leyes de la naturaleza la pura voluntad Schopenaueriana e imaginó un
hombre nuevo a imagen y semejanza de esa libertad cósmica. La resignación moral
representaba la muerte de la pasión humana de sus rasgos más vitales; de allí que el
mismo Nietzsche dijera: “Es hostil a la vida”.
Temía que esa moral conjuntamente con una razón ya viciada desde los orígenes
domesticara por completo el alma del pueblo alemán. Esperaba ver surgir del seno del
pueblo el artista poseído por la embriaguez antes que al científico obsesionado por el                                                              cálculo. Esa embriaguez que creyó ver en la música de Richard Wagner, creación que
realizaba la síntesis conciliadora entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
Toda la articulación mitológica que encierra la música wagneriana lo ponía nuevamente
en contacto con la tragedia griega. Este drama musical en su conjunto, era la vía regia
para una total revalorización estética y ética en armonía con la metafísica y la voluntad
Schopenaueriana.
Este encuentro de Wagner con Nietzsche abría el camino hacia una nueva estética y una
moral sin dogmas, y éste es, evidentemente, un punto de anudamiento decisivo con la
Weltannchaung del fascismo, porque también halló tal idea en el arte y la moral el
grado más alto de exaltación de la vida.
Probablemente allí habrá que buscar el fundamento ontológico del Fascismo con su
nuevo mensaje y sus nuevos mitos. El guerrero enfrentado al usurero, el trabajador al
especulador, el vivir peligrosamente la existencia basada en las leyes de la naturaleza y
no desde el racionalismo, la idea orgánica de la representación funcional en
contraposición a la numérica y abstracta, la Nación como unidad de destino en lo
universal, el Estado ético frente al Estado neutro, la solidaridad como valor fundante
frente al egoísmo, la comunidad organizada frente al mercado juguete de los dstintos
monopolios.
Todo ello terminaría generando un arquetipo, un héroe frente al hombre exitoso de la
modernidad, verdadero dretitus de la sociedad industrial y de la usurocracia al decir de
Ezra Pound. Allí están los mitemas fundantes de una cosmovisión que vino a implicar
una rebelión despiadada contra la racionalidad moderna y sus productos culturales y
políticos.
El Fascismo rompe la opción de acero, ni el lucro, del capitalismo ni la lucha de clases
del marxismo serían el motor de la historia en tanto uno sería consecuencia del otro.
Para el Fascismo no tiene validez el pensamiento mecanicista y especulador que supone
la historia como un camino inexorable que debe recorrerse de un modo prefijado e
insoslayable. No hay caminos trazados de antemano, solo la voluntad los crea, sería su
consigna, parafraseando a Nietzsche.
Más allá de los puntos coincidentes metodológicos con otros movimientos políticos
contemporáneos, el Fascismo representa la experiencia más radicalizada de la filosofía
negativa del sistema. Fue y es el único movimiento político en la historia moderna que
abroquela el sistema en su contra, tal como se puede verificar durante el curso de la
segunda guerra mundial donde codo a codo capitalistas y comunistas lo enfrentaron en
nombre de la democracia.
Debe coincidirse con Giorgio Locchi que es la experiencia más radicalizada por ser,
justamente, un fenómeno totalizador que algunos confunden con totalitarismo por
cuanto totaliza las relaciones humanas en su conjunto. en contraposición al totalitarismo                                                      dogmático marxista leninista, que pretende alcanzar una última síntesis histórica
mediante el forzamiento de la misma y de modo independiente al deseo humano.
Tal unidireccionalidad obligada halla su raíz en el profetismo hebraico al trasladar al
plano de las ideas el concepto de que existe un sentimiento de la historia, sentido
obligado y fatal, donde el pueblo judío como pueblo elegido por Dios se le ha reservado
la impronta de conducir el mundo y sus acontecimientos.
Por último, en su ensayo, Giorgio Locchi hace referencia acerca de un concepto muy en
boga en estos momentos: El fin de la historia, en tanto estaríamos ante el próximo
advenimiento de un orden planetario (liberal). Esto es, de una síntesis final de la historia
conocida. Por ello señala acertadamente el autor que el igualitarismo hizo posible una
sociedad liberal a fuerza de una represión absoluta acerca del discurso y la actividad
política Fascista, empero ello no ha podido configurar la extinción de un deseo último
de Fascismo aunque más no sea como horizonte de posibilidades y de alternativas del
sistema.
Esta represión obligaría al Fascismo a recrear y recrearse continuamente, y en esa
recreación alcanzará definitivamente su unidad y su desocultamiento (verdad).
Hoy por hoy puede decirse que allí reside su riqueza y su dinámica, de allí que el
sistema coincide en calificar de fascista por derecha o por izquierda – movimientos e
ideas que lo hacen peligrar, sin reparar que en muchos casos los mismos son
antagónicos.
En Argentina tenemos experiencia en el caso, desde las usinas culturales y políticas del
régimen se calificó de tal modo al Peronismo en curiosa coincidencia de liberales e
izquierdistas. Es más, durante su nacimiento al promediar la primera mitad del siglo
XX, se lo enfrentó con la llamada Unión Democrática, verdadero Yalta vernáculo
donde convergieron desde el entonces embajador norteamericano Braden hasta el
Partido Comunista.
En suma, el presente trabajo plantea una visión novedosa al estudio del tema, máxime
que omite caer como sempiternamente lo hacen los distintos trabajos elaborados, en el
fácil recurso de pretender calificar la idea recurriendo al aspecto bélico o prontuarial de
quienes le han defendido. Tiene una particularidad que en este caso es un mérito: es un
estudio sobre el Fascismo escrito por un fascista.
Ernestina Garrido
Buenos Aires. Diciembre de 1990.

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